Como todo el cuerpo humano, los ojos también experimentan la evolución y los efectos del tiempo. Si el ojo alcanza su máximo potencial entre los 10 y los 15 años, la vista, después de este período comienza a cambiar lentamente y disminuye gradualmente.
Es un proceso natural e inevitable, esta pérdida de visión debe ser apoyada por los profesionales. Así que incluso sin cambios importantes en la visión, hay que realizar periódicamente un chequeo con el oftalmólogo, especialmente a partir de los cuarenta años.
Con el paso del tiempo se producen diferentes alteraciones visuales en el ojo, hoy nos centraremos en las alteraciones producidas en un ojo adulto.
Una de las alteraciones que se produce en adultos de más de 45 años, es la presbicia. Se caracteriza por una pérdida de flexibilidad del cristalino. Su efecto es la dificultad para ver de cerca. Un trastorno visual que puede ser superado mediante el uso de gafas o lentes de contacto.
Más tarde, alrededor de sesenta años, el ojo de un adulto puede verse afectado por las cataratas. Este trastorno de la visión se produce cuando el cristalino se vuelve opaco, por lo que la vista es más borrosa. Relacionada con la edad, este defecto visual puede ser acelerado por la exposición a los rayos UV. Por el momento el único tratamiento eficaz es la cirugía.
La degeneración macular asociada a la edad (DMAE), es una enfermedad que, como su nombre indica, se produce con el tiempo. Afecta a la parte central de la retina, la mácula. El trastorno provoca gradualmente la pérdida de la visión central. Sin causar ceguera, se conserva la visión periférica. Es curable si se diagnostica a tiempo, y además se pueden reducir sus efectos a través de diversas ayudas visuales (lupa, lupa de vídeo…).
Por último, entre los trastornos más comunes en adultos encontramos el glaucoma, o un estrechamiento del campo visual debido a un aumento en la presión del ojo. Es una enfermedad ocular grave que puede causar ceguera total y debe de ser tratada por un oftalmólogo.
Para prevenir y proteger al ojo de todos éstos cambios tenemos que mantener un control periódico de la visión. Siguiendo unas sencillas recomendaciones es posible retrasar o incluso prevenir daños en el ojo.
No permanecer excesivo tiempo delante de una pantalla, tratar de hacer descansos regulares. En el exterior llevar siempre unas gafas de sol para limitar los efectos negativos de los rayos UV.
Por último, elegir lentes adecuadas para preservar la vista. No se trata solo de corregir los defectos de la visión, debemos llevar lentes adecuadas para una óptima protección contra los rayos UV y la luz azul.
Fuente: Essilor.
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